martes, 26 de enero de 2016

ESCUELA DE SOCIALISMO

Entrevista a Francisco Bustelo
Bustelo: «Contener el paro es la prueba de fuego de Zapatero»
Revista Cambio 16.
Año 1985.
(Aportación del compañero de IS-Asturias Juan Manso y 
del grupo "Espacio para el debate político")

“En el PSOE no hay órganos pensantes”
Fue uno de aquellos del XXVIII Congreso que agitó la bandera del marxismo, tanto, tanto, que Felipe González llegó a dimitir
Fue luego el primer rector rojo de la Complutense de Madrid después de la dictadura. Año y medio después de aquella experiencia, desde que su propio partido le dijera que no se volviera a presentar al cargo, dedica su tiempo a su cátedra de Historia Económica, a escribir algún que otro artículo y a reflexionar.
Y sus reflexiones van por la ideología del PSOE, sobre estas siglas bajo las que milita como crítico, aunque no practicante. Siglas que también amparan a esos compañeros de siempre que hoy le sorprenden cuando, desde un cargo oficial, le hablan de sus logros, de lo bien que lo están haciendo. “Parece –comenta- como si estuvieran haciendo la revolución socialista”. Por eso cree que se impone la reflexión, ahora que se habla del felipismo que todo lo invade, y que ve su “casa” vacía de ideología.
-El PSOE ha pasado en poco tiempo de ser revolucionario, marxista, no ya a ser socialdemócrata, sino a practicar una política que, en michos aspectos, se podría tildar de liberal.
-¿No le parece contradictorio ese liberalismo en un partido que aún mantiene su programa máximo casi revolucionario?
-Es que es contradictorio porque efectivamente se mantienen, congreso tras congreso, esos principios claramente anticapitalistas. Y desde que llegó al poder, el Gobierno, sin muchos complejos y sin problemas en el partido, ha aplicado una política económica que, comparada con la de un socialdemócrata tan destacado como Olof Palme, está muy a la derecha. Claro que, evidentemente, aquí la crisis económica ha sido más dura, se estaba menos preparado… Aquí se aplica una política de salida de la crisis que tiene una ortodoxia capitalista: reconstruir el beneficio empresarial para intentar que a través de él se ponga en marcha la inversión privada.
-¿No es eso un programa de derechas?
-Claro, lleva consigo que el trabajador gane menos, que el empresario gane más y que el Estado gaste poco, justo lo contrario de lo que siempre ha dicho el socialismo.
-¿Cree usted que había margen para hacer otra cosa? El Gobierno dice que no…
-Algo de eso es verdad. Lo que pasa es que había que haberlo explicado no sólo al partido, sino a la opinión pública, y no digamos a los sindicatos. En lugar de un discurso triunfalista como el que se está haciendo habría que haber hecho un discurso churchiliano: “Estamos en una situación de emergencia y eso es lo que nos obliga a actuar así.” En cambio lo explican como si fuera lo normal y lo socialista. Habría que haberlo hecho de otra manera, incluso pidiendo disculpas.
-¿Eso significa que se ha engañado al electorado?
No sé. Ciertamente se decían antes cosas distintas, pero la verdad es que tampoco se intenta enmascarar esa política. Ahora hay un interrogante muy grande, que es cómo se va a plantear el próximo programa electoral. Porque el anterior, aunque era muy moderado, ha resultado muy avanzado con relación a lo que se ha hecho.
-Alguien estará pensando la estrategia para hacerlo.
-Es que además en el PSOE no hay órganos pensantes. El único que habla sobre la evolución general es Felipe González, los demás, hasta los ministros no abren la boca, salvo para temas específicos. Y con el trabajo que tiene González no sé si tendrá tiempo…No sé si los que llaman fontaneros serán capaces de pensar, porque el partido no está muy preparado para hacer esa tarea.
-Al menos habrá unas bases ideológicas sobre las que avanzar…
-Es verdad que era inevitable pasar de la teorización o de la ideologización de la oposición a la realidad de los hechos que se ve en el poder. Pero es que, ¡se han pasado! ¿Sólo queda pragmatismo y realismo y hasta liberalismo?
-¿No queda nada de izquierdas entonces?
-Queda más bien una promesa, no muy explícita, de que si las cosas van mejor, entonces… En economía quizá fuera inevitable actuar así, pero en educación o en materia de salud… Es que no existen planes a cinco o diez años vista. En un partido que se ha dedicado cien a los a hablar del largo plazo, de la interpretación de la historia, incluso de darle a la gente ilusión y hasta una utopía, ahora nos encontramos así. Todo eso anterior se ha perdido. No sé yo si ahora es posible entusiasmar a la gente.
-Ahora su secretario general parece un encendido defensor de la iniciativa privada. ¿Cómo se ha experimentado ese cambio?
-Bueno, él es sincero. En algunos momentos hubiera sido mejor para él ocultar esa evolución. Ha pasado de tener una base ideológica marxista al liberalismo. Eso no lo ha ocultado. Su heterodoxia es total y absoluta. Lo que pasa es que llega un momento en que esa heterodoxia, formulada a la buena de Dios, que va construyendo un pragmatismo –con sus aspectos positivos- llega un momento en que se convierte en ortodoxia. Ahora, ¿eso cómo va a manifestarse en la campaña electoral? ¿Y eso como hasta qué punto es compartido por el partido al no haberse hecho un proceso de reflexión? Es verdad que hablar como hacíamos en el setenta de la dictadura del proletariado era un poco aberrante. Pero también pasar al extremo opuesto… Porque habrá que dar unas respuestas ideológicas a los problemas generales de la organización de la sociedad del siglo veintiuno, qué va a pasar con el capitalismo… Todo eso es ahora un vacío ideológico, y eso no es bueno.
-¿Usted también cree, como el presidente del Gobierno, que Marx ahora no sería marxista?
-Lo que sería hoy Marx nadie lo sabe. Pero habría que preguntarle a Felipe González si del marxismo no hay que conservar nada. Y si no lo conservamos, por qué los sustituimos. Porque lo que no es ninguna ideología es el realismo.
-Esta situación en la que un líder impone sus ideas a un partido, ¿puede durar mucho tiempo?
-Eso puede darse en dos circunstancias. Una de ellas cuando surge una personalidad de primerísimo plano, un Pablo Iglesias. O cuando se dan una serie de circunstancias como las que se han dado aquí. La salida de la dictadura, que el partido se haya llenado de gente nueva. Si no hubiera sido así, esta situación no se habría dado. La gente vio que la figura de Felipe González era atractiva y, sobre todo, eficaz. En esas condiciones no sólo era imposible enfrentarse a él, sino intentar subsanar los efectos de un personalismo excesivo. Porque quizá como político práctico Felipe sea una figura, pero no se puede decir que haya hecho una aportación teórica.
-¿Usted también cree, como muchos que le critican, que al PSOE y a su secretario general lo único que les importa es mantenerse en el poder?
-bueno, ése es el objetivo principal de un partido político. Lo que pasa es que, ¿hasta qué punto están dispuestos a pasar por encima de todo para ello? Cuando el presidente es tan sincero de alabar el liberalismo y la iniciativa privada, yo no creo quesea electorero, pienso que eso le puede costar votos. Ahí no parece que exista ese principio del poder por el poder. En otros muchos altos cargos no hay duda que les ha cambiado la vida. Han pasado en algunos casos de no estar ni siquiera en el partido a ser gobernadores civiles y hasta directores generales. ¿Cómo no van a ser triunfalistas? ¿Cómo no van a querer seguir?
-¿Cree que actúan como si fueran nuevos ricos?
-Sí, hay una prepotencia, un decir aquí estamos nosotros, que tenemos legitimidad democrática, pisamos fuerte en todas partes. La izquierda ha tenido siempre una ventaja frente a la derecha, y es poder unir el estímulo moral con el material. Había ese componente ético y moral. Y eso es lo que se ha perdido. Y a veces parece que se ha fomentado el incentivo material.
-Hay militantes que miran con esperanza a Alfonso guerra, que confían en su izquierdismo.
-Sin Felipa González es difícil pensar en diez millones de votos. En política, es importante tener una persona así. Lo importante es que eso no sea un símbolo y que eso no obligue al partido a funcionar de arriba abajo. Alfonso Guerra es una especie de apéndice de Felipe González, y todos los demás dirigentes han estado a la sombra de los dos. Quizá guerra sea una de las personas más de izquierdas del partido y del gobierno, pero a la hora de definir la línea de uno u otro o se queda en la superficie y es pura fachada (y está de acuerdo con Felipe González en el fondo) o, si realmente piensa como a veces parece, tiene que ser un hombre lleno de contradicciones. Yo me inclino más por la primera hipótesis.
-Ahora todas las contradicciones van a saltar con el tema de la OTAN, ¿qué va a pasar en el partido?
-Va a ser una prueba a su disciplina. Como todos los miembros del PSOE lo somos de la UGT podemos ampararnos en la condición de ugetistas para decir que no a la OTAN. Yo no veo al PSOE movilizado para hacer una campaña en ese referéndum. Saldrán a la calle uno de cada diez militantes. ¿Quién va a salir a pegar carteles?, ¿los miembros del aparato del partido, los cargos públicos?
-¿A algunos disidentes en este tema se les intentará callar?
-Lo podrán conseguir con las juventudes Socialistas. Lo de Nicolás Redondo ya es un caso más peculiar, juegan relaciones personales con Felipe González, que en principio fueron muy estrechas. Ha llegado un momento en que Nicolás Redondo no ha podido más y se ha distanciado, él, que fue el principal causante del felipismo en Suresnes. Ahora está relativamente prudente y no sé si aprovechará este tema para distanciarse todavía más. Pero Redondo es un caso palpable de lo que producen esos cambios de ideología, de política, no discutidos en el seno de la organización y no explicados.
-Y ustedes, los críticos del partido, ¿qué ideología alternativa aportan al partido?, ¿qué otra política socialista?
-No existe esa aportación. Una de las causas por las que se ha producido esta evolución del PSOE está en que los que nos oponemos no éramos muchos, lo hemos hecho relativamente mal y estamos divididos. De las figuras conocidas, Tierno está en la Alcaldía; Gómez Llorente, en su casa, y pablo Castellano, en Izquierda Socialista, que es el único grupo organizado.
-Pero aun los que están organizados tampoco se han opuesto en temas como la ley de Pensiones o la pelea con el sindicato…

-Es difícil hacerlo, porque la disciplina es importante.

ACTUALIDAD POLÍTICA

LA HISTORIA SIEMPRE VUELVE




Autor: Antonio García Santesmases es Catedrático de Filosofía Política de la UNED.

Publicado en "Cuarto poder" el 25 de enero de 2016.

Y vuelve siempre aunque nos empeñemos en negarla. Tras las últimas elecciones generales hemos vivido un tiempo nuevo lleno de incertidumbres; un tiempo que se va a prolongar durante las próximas semanas. Nunca había ocurrido lo que estamos viviendo porque tampoco nunca se habían producido unos resultados electorales tan difíciles de gestionar.

Algo, sin embargo, ha cambiado a partir del viernes 22 de enero. Cuando estaban concluyendo las consultas a las distintas fuerzas políticas, se produjo el anuncio de Pablo Iglesias de estar dispuesto a formar parte de un gobierno con el Partido Socialista en el que llegaría a asumir la responsabilidad de la Vicepresidencia del gobierno. Horas después el aún Presidente anuncia que declina la posibilidad de presentarse al discurso de investidura. Reserva su candidatura para un momento posterior cuando se haya conseguido que el Partido Socialista asuma que no debe formar gobierno con los “radicales”, los “populistas” y los “independentistas”. Cuando el PSOE haya entrado en razón será el momento de ofrecer un gobierno “sólido”, “solvente” y “serio” en el que participen los que defienden la unidad nacional, los valores constitucionales y la Europa del Euro; un gobierno en el que podrían participar el Partido Popular, el PSOE y Ciudadanos.

A partir de ese momento son legión los comentaristas que hablan de la encrucijada en la que se halla un partido socialista dividido entre los que abominan del pacto con Podemos y los que juran que jamás facilitarán un gobierno del Partido Popular. No faltan los que recuerdan que las experiencias de gobiernos de coalición de la época de Zapatero acabaron en estrepitosas derrotas. Me parece que sin analizar estas experiencias es imposible tomar una decisión. Hay que evaluar lo ocurrido para saber a que atenerse.

Una época tachada

El problema para poder efectuar esta evaluación viene de que han pasado tantas cosas desde entonces que parece cosa acaecida en un remoto pasado el gobierno de Pascual Maragall en coalición con Esquerra Republicana y con Iniciativa Per Cataluña. Aquel tripartito fue el preludio del gobierno de Zapatero que alcanzó un pacto parlamentario con Izquierda Unida, con el Bloque Nacionalista Gallego y con Esquerra Republicana. Muchas cosas ocurrieron entonces que hay que analizar si se quiere alcanzar un nuevo acuerdo entre fuerzas dispares. Es evidente que para la posición dominante en el socialismo español ese es un camino que nunca más hay que volver a transitar ya que, a su juicio, una izquierda condescendiente con el nacionalismo perdió sus señas de identidad. Para la posición minoritaria, el Federalismo de Maragall fue una magnífica oportunidad de encontrar un acomodo al hecho diferencial catalán sin romper la unidad de España. La derecha española lo impidió con su política de hostigamiento a aquella posibilidad. ¿Piensa hacer lo mismo en esta ocasión? Me temo que es lo que estamos viviendo en las últimas horas.

El problema para valorar aquel intento es que no tiene defensores. Unos han evolucionado hacia el independentismo y otros ignoran el sentido de aquella batalla. La segunda legislatura de Zapatero fue muy distinta a la primera y todo cambió abruptamente a partir mayo del 2010. Ya nada volvería a ser lo mismo. Un año después, las manifestaciones del 15 de mayo del 2011 visualizaron el inicio de una nueva época; una época que ha encontrado su expresión política en los resultados del pasado 20 de diciembre. A partir de las movilizaciones en las plazas se fue propagando la tesis de la equivalencia entre el PSOE y el PP como dos fuerzas equivalentes que representan lo mismo. Es ahora con motivo de la incertidumbre en la que nos encontramos cuando ha vuelto a emerger el recuerdo de la época de Zapatero. Los portavoces de Podemos no estaban interesados en recordar lo vivido en aquellos años porque complicaba el relato de la necesidad de romper con las fuerzas del régimen del 78. Los dirigentes políticos del PSOE tampoco han querido reivindicar aquellos años porque, para la interpretación dominante, fueron fruto del desvarío y de la irresponsabilidad, de la frivolidad y del buenismo. Mejor enterrar unos años en los que el PSOE dejó de ser el PSOE. Volvamos a los buenos tiempos, a los años ochenta en que eran posibles las mayorías absolutas y no se necesitaba pactar con nadie.

Hete aquí, sin embargo, que tanto para los que viven en la creencia de que el mundo comenzó en mayo del 2011 como para los que quisieran enterrar aquellos años la historia, esa historia que unos no conocen y otros quieren enterrar, ha vuelto a aparecer.

Y ha vuelto a aparecer, en primer lugar, y aunque sorprendentemente no se repare en ello, porque Ciudadanos no cumplió las expectativas que estaban previstas. Todo estaba diseñado para que un acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos permitiera a Albert Rivera ser Vicepresidente, manteniendo a Rajoy de Presidente o buscando un recambio dentro del Partido Popular. La oferta que Pablo Iglesias hace hoy al PSOE es la que estaba previsto que Rivera hubiera efectuado al Partido Popular. Si se hubiera cumplido el guión previsto por el Ibex 35 y la Corona, las fuerzas constitucionales y los intelectuales agrupados por la plataforma Libres e Iguales, hubieran respirado tranquilos y hubieran mostrado su más profunda satisfacción. Tras el éxito de Ines Arrimadas en Cataluña, este diseño parecía factible pero algo falló y se produjo la remontada de Podemos. En contra de lo que se dice, las encuestas no se equivocaron en los escaños que atribuían al Partido Popular y al Partido socialista; fallaron en la previsión de los escaños adjudicados a Podemos y a Ciudadanos.

A partir del fiasco electoral, Rivera ha sabido reaccionar con rapidez y ha logrado implicar en su política al PSOE. No quiere asumir en solitario el apoyo al Partido Popular y pide al PSOE que se sume al intento. Los intelectuales afines aplauden y señalan que es lo mejor para todos ya que reconocen que Podemos ha tenido un gran resultado que hay que subrayar; hay incluso que agradecer el mérito de haber conseguido incorporar a las instituciones democráticas las demandas de una nueva generación pero a la hora de gobernar hay que actuar con rigor y con solvencia. El lugar de Podemos es la oposición, guardando las esencias y manteniendo los principios revolucionarios, pero en la Europa del Euro el gobierno debe quedar reservado a las fuerzas constitucionales; máxime en un país donde hay que afrontar un desafío independentista que no deja de crecer.
Todo este discurso repetido hasta la saciedad desde el 20 de diciembre ha sido puesto en cuestión por la rueda de prensa de Pablo Iglesias. El líder de Podemos se ofrece a compartir el gobierno con un partido del sistema y se ofrece a ser vicepresidente de Pedro Sánchez. No sólo los más viejos del lugar están perplejos y desconcertados, sino que todo el mundo se pregunta: ¿estamos ante una escenificación? ¿Estamos hablando de una propuesta consistente? Como escenificación no puede ser mejor ya que siempre se podrá argumentar que fue el otro el que imposibilitó el acuerdo, el que no tuvo la audacia de iniciar un tiempo nuevo.

Estamos pues indudablemente ante una gran escenificación pero también ante una propuesta muy arriesgada para Podemos. Si el único problema fuera alcanzar un programa socio-económico que lograra compaginar los dictados de Bruselas y las necesidades sociales, el asunto sería peliagudo pero sería previsible. El problema es que a la agenda social hay que unir las demandas de la plurinacionalidad; a los problemas derivados de la redistribución, las demandas de reconocimiento. Unas demandas que van a crecer en el 2016 con las elecciones gallegas y las elecciones vascas y con la evolución de la situación en Cataluña.

Se habla mucho de los peligros para el PSOE de embarcarse en esta coalición pero no se señala que Podemos es la primera fuerza en Cataluña y en Euskadi y ha conseguido un gran éxito porque ha logrado atraer a los votantes independentistas. Por ello es un partido que es visto con especial preocupación, recelo y hostilidad por los nacionalismos de izquierda que ven como un partido “español” ha entrado en sus caladeros. Y es aquí donde está la gran oportunidad, y el enorme riesgo para el PSOE y para Podemos, la gran oportunidad de volver a retomar la historia que quedó truncada tras el final traumático de la experiencia de Zapatero. Y el enorme riesgo de que los electores más españolistas del PSOE queden defraudados y los electores más radicales de Podemos queden frustrados. Tras lo ocurrido en Cataluña y en Galicia, tras las experiencias del tripartito y del bipartito es una posibilidad que hay que contemplar. El peligro de que todo acabe en un gran fiasco. La derecha española va a contribuir a propiciar ese fiasco.

Retomar el proyecto abandonado

Algunos de los que mirábamos con simpatía el 15M, al ver emerger a una nueva generación que reclamaba derechos sociales y se oponía a la austeridad, siempre sentimos una cierta desazón al ver que temas que considerábamos esenciales apenas eran tratados: la memoria histórica, el republicanismo, el federalismo, la laicidad, la plurinacionalidad… Es decir, los temas que habían provocado la hostilidad de la derecha a lo largo de la primera legislatura de Zapatero cuando le acusaban de guerracivilista, de relativista, y de haber puesto en peligro la unidad nacional con promesas de imposible cumplimiento.

Los que le atacaron lograron en parte su propósito porque consiguieron que el Tribunal Constitucional, tras cuatro años de parálisis y de intrigas, desautorizase el Estatut aprobado por el pueblo catalán en referéndum. Y lograron también que la polarización entre separatistas y separadores llenara la escena política.

Desde entonces, hemos ido a peor. Por ello, antes de iniciar nuevos caminos hay que precisar con mucho rigor, con mucho tiempo y con mucha pedagogía de qué hablamos al hablar de reforma federal de la constitución o qué queremos decir al proponer transitar de un Estado autonómico a un Estado federal, y al conjugar la igualdad de derechos de todos los ciudadanos con la diversidad de las identidades culturales y nacionales.

De nada de esto se ha hablado con rigor en la última campaña electoral. Cuando Campo Vidal intentó que Sánchez y Rajoy se pronunciaran sobre el tema de Cataluña, el tema de la corrupción y las descalificaciones consumieron el debate. Se habló en algunas entrevistas de iniciar un camino distinto al inmovilismo de Rajoy y al independentismo de Artur Mas y de hacer a Cataluña una oferta en la que se pudieran encajar sus demandas. De todo esto se habló muy levemente y por ello es imprescindible concretar y precisar. Si no se hace, corremos el peligro de volver a ofrecer promesas de imposible cumplimiento y a construir castillos en el aire.

Ya sabemos que el Partido Popular y Ciudadanos no quieren modificar ni una coma del actual modelo autonómico y en todo caso piensan que si hay que tocarlo es para centralizar competencias; ya sabemos también que los nacionalismos periféricos optan por apostar por un nuevo Estado que abandone a su suerte a la España actual. Pero también sabemos que durante la campaña, Podemos consiguió una magnífica complicidad entre Madrid y Barcelona que hay que saber aprovechar. La simpatía con la que han sido recibidas en las dos ciudades las dos alcaldesas muestra un sentimiento de fraternidad que hay que alentar. Ayuda más a la unidad nacional ese clima que todas las proclamas de los separadores que no hacen sino incrementar las ansias de los separatistas.

Por ello, si se quiere ofrecer algo distinto, que sea creíble, el PSOE y Podemos tienen que alentar ese clima de fraternidad y perfilar el proyecto de un Estado federal que conjugue la plurinacionalidad y la igualdad, la diversidad y la cohesión.


Comprendo que algunos piensan que es un camino imposible porque los nacionalismos no están por el Estado federal y la derecha bloqueara cualquier reforma constitucional; pero si no comenzamos a perfilar el proyecto, si no hacemos nada, el choque de trenes está garantizado. El camino entre el inmovilismo del PP y el independentismo hay que llenarlo de contenido. La historia que se quiso tachar ha vuelto y ha vuelto para quedarse. Necesitamos un nuevo relato si queremos articular un proyecto de país. No es posible ni volver a los ochenta ni pensar que todo empezó en mayo del 2011. Ha bastado una rueda de prensa para que todos los fantasmas del pasado del zapaterismo hayan vuelto. Si no se está dispuesto a conjurarlos, con inteligencia y con audacia, mejor no iniciar el camino, no mantener la apuesta, y que todo quede en una magnífica representación de los unos y en un repliegue temeroso de los otros.