domingo, 19 de julio de 2015

La Fuerza de la Izquierda


La Fuerza de la Izquierda.


La realidad es compleja, diversa y muy cambiante; se asemeja a una sucesión encadenada de fotogramas que se precipitan, a la par que nos invitan a actualizar las interpretaciones que hacemos de cada acontecimiento, en una sociedad en la que conviven actitudes muy dispares ante los hechos que permanentemente suceden.

La actitud pasiva del individuo es patrimonio de la cultura conservadora; de naturaleza improductiva e inútil, cultiva apreciaciones simples, meramente circunstanciales y justifica la inacción al considerar que estamos en manos seguras de seres superiores, casi divinos, a los que debemos rendir culto, reservándose la discrepancia al ámbito de lo privado, como penitencia para la purificación personal.

Son “insumisos” a las normas imperantes; otros ciudadanos que se sienten agentes activos comprometidos con la sociedad y ponen todo su empeño en racionalizar, valorar y elevar a una categoría relevante las conclusiones que nacen de su propio análisis y reflexión, llegando a formular respuestas trasgresoras que anticipan situaciones futuras, probables unas veces y deseadas en la mayoría de los casos.

Los sucesos son fruto de la concurrencia de múltiples factores que lo anteceden, a la vez que origen de otros que sobrevendrán; sobre la sucesión en el “tiempo” en el que se desenvuelven, la orientación que adopten y la intensidad con la que se manifiesten, actúa como una fuerza esencial la voluntad de los actores que se sienten implicados, es decir, el compromiso efectivo que asume el individuo y la propia sociedad.

La opinión que los hechos nos merecen, se construye sobre percepciones singulares, fruto del espíritu selectivo de quien los valora; sirviéndonos para “descodificarlos” y aportarles la trascendencia que les resulta consustancial, una combinación de nuestra experiencia, sentimientos, creencias e intereses.

Los elementos comunes de nuestra reflexión y otras realizadas, convergen en puntos de encuentro capaces de crear espacios en los que “el grupo” se identifica, a partir del cual se refuerza y proyecta aspirando a crear una conciencia colectiva. Es propio de estructuras democráticas poner también en valor las divergencias existentes en el grupo, evitando discursos circulares conducentes a un sectarismo, enormemente empobrecedor.

La fuerza de la izquierda transformadora nace de los individuos y su capacidad de reflexión crítica ante la realidad, con ellos las organizaciones están obligadas a educar y generar la conciencia social necesaria para transformar la sociedad; si este proceso se quiebra, se invierte o, simplemente, se debilita, son otros poderes dominantes los que pensarán y decidirán por uno; atendiendo quizá a intereses antagónicos a los nuestros, se sentirán legitimados para imponer de forma exclusiva sus condiciones.

José Ramón Fernández Castro

Oviedo



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