ENTRE DOS NACIONALISMOS
Han sido unas semanas apasionantes que nos
costará mucho olvidar. No exageraban los editorialistas que hablaban de las
elecciones más importantes celebradas en España desde 1977. Lo eran porque en
pocas ocasiones se ha discutido con tanta intensidad, con tanta fuerza, con
tanta pasión, acerca de la identidad nacional de un país. Cuando se encienden
las pasiones nacionales no cabe hablar únicamente de cómo repartimos los bienes
de una comunidad sino que nos adentramos en un tema existencial sobre el que
hay que definirse perentoriamente y sobre el que los contendientes antagónicos
no admiten matices, no aceptan equidistancias, exigen adhesiones
inquebrantables. Esto es lo que ha ocurrido en las elecciones catalanas y lo
que nos espera en el futuro. Los grandes beneficiarios son los separatistas y
los separadores; los perjudicados las distintas izquierdas y el catalanismo
moderado. El PSC ha sobrevivido como ha podido tras una traumática escisión;
Podemos ha sido golpeado brutalmente por los adalides del independentismo y no
ha alcanzado las expectativas que tenía; Unió Democràtica ni siquiera ha tenido
representación. Los independentistas han ganado y los nacionalistas españoles
esperan tomar la revancha en las próximas elecciones generales.
Los que apoyaron el Estatut
del 2006 han sido derrotados; los que se opusieron salen triunfantes. ERC y el
PP votaron en contra del Estatut en el referéndum de aquel año. Hoy ERC ha
logrado hegemonizar el espacio del nacionalismo catalán y Ciudadanos, que
apareció en la vida política posicionándose en contra de la izquierda catalana,
es la primera fuerza de la oposición. Intentemos recordar cómo se ha llegado a
esta situación y qué nos espera a partir de ahora. Dos relatos en pugna han
sido los hegemónicos.
No es la hora de la equidistancia.
Algunos ingenuos creen que el resultado perjudica al Partido Popular. Se equivocan. Puede perjudicar a sus dirigentes, quizás a su líder, pero no a las ideas que defienden y a los valores que sustentan, el ideario liberal-conservador. Han encontrado un aliado imprescindible que les permite afianzar su posición. Ciudadanos no es menos beligerante con los nacionalismos que el Partido Popular; es un partido joven que permite tomar el relevo al viejo conservadurismo y puede ser el complemento ideal tras las próximas elecciones generales. La anomalía que vivíamos en España; el hecho de que no cuajara un partido liberal entre conservadores y socialistas, ha terminado. Ya no habrá que recurrir a los nacionalistas para conformar las mayorías parlamentarias. CiU como bisagra de la política española ha concluido su función. Ya no es necesaria.
El relato que ha sustentado
esa victoria es simple pero contundente: todos nuestros males comenzaron con
Zapatero. Nunca se debió aprobar el Estatut de Cataluña ni resucitar la memoria
histórica; la izquierda española está acomplejada ante los nacionalismos
periféricos y no es capaz de defender a la nación española sin complejos. Dos
imágenes ayudan a visualizar esta posición. El acto en el Ateneo de Madrid de
la plataforma Libres e iguales y la euforia desatada en la noche electoral en
la sede de Ciudadanos. En el primer acto, conocidos escritores, importantes
intelectuales y políticos socialistas hoy retirados pero que tuvieron una gran
relevancia en el pasado, atacaron una vez más la dejación de la izquierda y la
“blandura” del gobierno del Partido Popular. Afirmaron sin ambages que había
que sacudirse los complejos y dejar atrás las reticencias ya que “con los
energúmenos no se puede dialogar” y “no se puede ser equidistante entre unos y
otros”; se arrogaron el monopolio en la interpretación de la constitución el
sentido de Estado.
En el segundo acto, vivido
en la sede de Ciudadanos, tras la victoria, la alegría lógica permitió dar
salida a los sentimientos profundos y en ese momento los asistentes cantaron
“España unida jamás será vencida”; “Cataluña Española”; “Soy español, español,
español”. No era momento para proclamas cosmopolitas ni para ciudadanías
constitucionales, ni para identidades compartidas. Frente a un ‘nosotros
Catalán’, un ‘nosotros español’.
Ciudadanos se ha convertido
en la primera fuerza en el cinturón rojo de Barcelona. ¿Apoyan los electores
las recetas económicas del Señor Garicano? Lo dudo, pero se han sentido
protegidos por un partido que ha sabido denunciar la campaña insidiosa del
nacionalismo catalán que hablaba de la Cataluña productiva y la España
subsidiada; alguien les ha devuelto el orgullo por sus orígenes; todo ello en
una Cataluña donde no se puede mencionar la procedencia so capa de romper la
unidad del pueblo de Cataluña y ser acusado de caer en el etnicismo.
Rajoy ha logrado fabricar
independentistas y Mas ha posibilitado que Rivera se convierta en la segunda
fuerza en la vida política catalana. Para uno y otro lo importante es
aprovechar la polarización emocional y dejar a un lado las matizaciones, las
identidades compartidas o los argumentos sofisticados. Patria como madre no hay
más que una y se está con ella, con razón o sin ella.
El relato liberal-conservador ha sido
implacable. No hay nada de lo que arrepentirse; todo lo que sean concesiones no
hace sino incrementar las demandas de los nacionalistas periféricos; el
federalismo no resolvería ninguno de nuestros problemas. Mantengámonos firmes
en la posición y antes o después, desistirán. No parece que sea así, pero no
importa. El anticatalanismo vende en el resto de España y entre el PP y
Ciudadanos volveremos a conseguir una mayoría suficiente que permita de paso
realizar las reformas que defiende el Señor Garicano y que aplaude el Ibex 35.
Somos un solo pueblo.
Si los promotores de Libres e Iguales no
admitían equidistancias ni matices y abominaban de los tibios que no eran
capaces de plantar cara a los energúmenos, no ha sido menor la contundencia del
nacionalismo catalán con las izquierdas que no se sumaban al secesionismo.
Golpeado el PSC, con un electorado que ha emigrado hacia ERC o hacia
Ciudadanos, la presa a cazar ha sido Podemos. Las cosas que ha tenido que
escuchar el líder de la nueva formación son de antología. Ya podía decir que
aceptaba el derecho a decidir; ya podía recordar que respetaría lo que los
catalanes decidiesen que en cuanto traspasó la línea roja se le llegó a acusar
de ser similar a Aznar y a la ultraderecha.
Todos los que somos
profesores y tenemos ya cierta edad hemos descubierto en nuestras propias
carnes lo difícil que es trasladar a la plaza pública consideraciones que en la
academia son evidentes. Es evidente que el concepto de nación es discutido y
discutible. Lo decimos todos los días en clase pero en cuanto lo dijo Zapatero,
se organizó la tremolina. Los nacionalistas españoles más rancios se acordaron
hasta de su abuelo y le invitaron a acompañarle a la mayor prontitud posible al
cementerio.
A Pablo Iglesias le ha ocurrido algo parecido.
Se le ocurrió decir que llamaba a votar a todos aquellos que han construido la
Cataluña actual y que no suelen participar en las elecciones autonómicas. Les
pedía que estuvieran orgullosos de su origen y que enseñaran los dientes. Los
nacionalistas más recalcitrantes le acusaron de todo y se tomó como un agravio
propio del nuevo lerrouxismo de un “político español” que amenazaba una
convivencia idílica y armoniosa. ¿Quién era Pablo Iglesias para poner en
cuestión “nuestro modelo de convivencia”?.
Este es el problema de los nacionalismos
recalcitrantes que suelen ser enormemente intolerantes y no admiten
disidencias. Para el nacionalismo español liberal-conservador el concepto de
nación no es discutible porque nación no hay más que una que es España y todo
lo demás son, llámese nación de naciones, federalismo plurinacional o
pluralidad identitaria, zarandajas que todo lo confunden y nada solucionan.
Para el nacionalismo catalán,
la nación es la catalana y hasta que no tenga un Estado propio no podrá
realizar su identidad de una forma plena. Esa identidad se articula a partir de
un pueblo que está unido en torno al mismo objetivo. Todo lo que sea señalar
las diferencias de clase dentro de ese pueblo o subrayar las diferencias
culturales no ayuda al objetivo y debe ser obviado. Podemos es bienvenido para
socavar el sistema político español pero no para intervenir en el catalán. Si
pretende hacerlo será equiparado (Artur Mas dixit) a Jose María Aznar y a la
ultraderecha.
El escenario futuro
Son muchos los que en distintas tribunas en
cuartopoder.es con mayor conocimiento que yo, por formar parte del ecosistema
de Podemos, han planteado las luces y las sombras de la campaña catalana. Los
expertos electorales tendrán muchas cosas que decir pero modestamente me
permito señalar que a un líder se le descubre no sólo cuando tiene el viento a
favor sino cuando tiene que operar en un mundo convulso, donde no puede
inhibirse so pena de desaparecer. Por eso pienso que el liderazgo de Pablo
Iglesias ha crecido a partir de las elecciones catalanas. Muchos de los suyos
que esperaban más no lo verán así y muchos de sus adversarios no se lo
reconocerán. La derecha española, que quería y quiere acabar a la vez con el
independentismo y con el populismo, no es capaz de reconocer que sin Pablo
Iglesias todo hubiera sido mucho más difícil, por no decir que imposible.
Los que decían que
no estábamos ante un plebiscito al final no han hecho sino contar votos. Y si
los independentistas no han ganado en votos ha sido por tan poco que algo habrá
contribuido al resultado final la palabra de Iglesias: se ha desgañitado
defendiendo que otra España es posible y mostrando que la España de las mareas,
la España de los nuevos ayuntamientos, está ahí y Manuela Carmena es aplaudida
a rabiar en Barcelona. No hay una animadversión a España; hay animadversión a
una España y esperanza en otra. Pero la derecha no aprende. Se cegó con el
Estatut; recogió firmas por toda España contra Cataluña y se lanzó a enmendar
en el Tribunal Constitucional lo que habían aprobado los catalanes en
referéndum. Las consecuencias están ahí y ahora que tienen ante sus ojos la
posibilidad de buscar la colaboración con una España distinta sigue con el
sambenito de los populistas antisistema. Parecería que, por corregir al
clásico, prefieren antes una España rota que una España roja. Pues deben saber
que solo gracias a esos rojos hoy no han triunfado los independentistas. Y de
ahí el odio que su figura suscita entre los independentistas más radicales.
He dejado para el final una imagen que me emocionó
especialmente dadas mis convicciones socialistas; una imagen que me hizo pensar
en lo abandonado que ha estado el socialismo catalán. Y no me refiero a la
presencia de líderes en la campaña que ha sido abundante. Estaba viendo por
internet el mitin final del PSC y pude escuchar a Miquel Iceta elogiando muy
justamente el papel de Borrell en esta campaña y recordando a Joan Reventos. Y
no pude sino preguntarme: ¿cuántos militantes del PSOE saben quién fue
Reventos?; ¿ cuántos conocen la importancia del socialismo catalán para evitar
la fractura de Cataluña en dos comunidades?; ¿cuantos han sucumbido
desgraciadamente al relato liberal-conservador (tan grato al PP y a Ciudadanos)
que habla de una izquierda inconsistente y débil ante el nacionalismo?.
La valentía y el arrojo de Iglesias y el
ingenio y la agudeza de Iceta han evitado lo peor, pero no nos olvidemos que
ambos son minoritarios dentro de Cataluña y que los nacionalistas son
hegemónicos tanto en Cataluña como en España. Si queremos que el federalismo
llegue a cuajar, si queremos que en el futuro tenga alguna oportunidad hay que
reconocer que tenemos una gran tarea por delante; todo o casi todo está por
hacer.
(*) Antonio García
Santesmases es Catedrático de Filosofía Política de la UNED
Publicado (1/Octubre/2015) en "Cuarto Poder" http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/10/01/entre-dos-nacionalismos/7568
No hay comentarios:
Publicar un comentario