sábado, 18 de mayo de 2013

La Crisis Global y sus Efectos Políticos



CONFERENCIA POLÍTICA DEL PSOE - Octubre 2013
DIÁLOGO: GANARSE OTRA DEMOCRACIA (II)
                                         

SALIR DE LA CRISIS GLOBAL POR LA IZQUIERDA
 (2/10) APORTACIÓN DE IZQUIERDA SOCIALISTA - PSOE - MAYO 2013

LA CRISIS GLOBAL Y SUS EFECTOS POLÍTICOS.



2. LA CRISIS GLOBAL Y SUS EFECTOS POLÍTICOS. 

La poderosa minoría que domina el mundo financiero, valiéndose de la desregulación de los mercados consentida y estimulada por los gobiernos democráticos, ha desencadenado la mayor crisis económica - financiera conocida desde la Gran Depresión de 1929. Sus efectos están siendo devastadores, la crisis de liquidez ha generado cierre de empresas, espectacular crecimiento del desempleo, aumento de las desigualdades sociales e incremento de la pobreza. El capitalismo de nuestros días, en su forma más agresiva y depredadora, el neoliberalismo, ha sido el causante de tanto desastre.

Increíblemente, las multimillonarias ayudas públicas utilizadas para impedir el hundimiento del sistema financiero mundial y el colapso de la economía real no han servido para que los estados emprendieran las oportunas reformas que pudieran evitar en el futuro desastres semejantes.

La creciente desregulación de los mercados, basada en el falso principio de que éstos se auto-regulaban alcanzando así automáticamente el equilibrio, junto al opaco de recursos hacia los paraísos fiscales fruto del fraude y de la evasión fiscal, o para refugiar en ellos los beneficios del negocio ilícito, han contribuido a que esta globalización neoliberal haya desorbitado hasta el extremo la economía mundial, que en su afán especulativo ha sido capaz de poner en peligro el ahorro de millones de ciudadanos al canalizarlos hacia operaciones de altísimo riesgo. Priorizando la economía especulativa sobre la productiva, se generaron burbujas insostenibles cuya eclosión resultó inevitable. Todo ello no es otra cosa  que el desarrollo del modelo capitalista de organización de la producción y la sociedad que durante decenios nos hemos negado a ver, y que ahora ha mostrado su verdadera cara. Ahora quedan las consecuencias para las actuales y las futuras generaciones.

 Esta crisis no es solo económico – financiera sino medio-ambiental, social, política y, en definitiva de valores o de civilización. Sin encontrar un nuevo paradigma que sustituya al ya viejo “productivismo” mediante el que durante décadas se ha buscado la prosperidad, será difícil vencerla. El binomio “crecimiento – bienestar” ha sido superado por la realidad.

Por ello, hay que superar los planteamientos deterministas de los mercados. Necesitamos un nuevo modelo económico que no deprede los recursos del Planeta ni se sustente en la sistemática explotación de las personas, pues las consecuencias a la vista están.

La separación de la economía de la política fiaba a la “mano invisible” del mercado el crecimiento – rápido y dilatado - ¡y hasta la eficiencia en el reparto de la riqueza! Al tiempo que los neoliberales anunciaban que los “ciclos económicos” eran propios del capitalismo industrial y que había llegado el momento del crecimiento indefinido; en los ámbitos laborales se sustituía la “centralidad del trabajo” por la “empleabilidad” disminuían las rentas del trabajo en el porcentaje de la renta nacional y aumentaban exponencialmente las rentas de actividades especulativas, las clases populares y medias perdían capacidad adquisitiva y se les ofrecía crédito fácil para endeudarse (estímulo a la demanda), se cuestionaban/recortaban los derechos sociales y las transformaciones que generaban los procesos económicos globalizadores (sin control institucional, ni orientación política global) quebraban la lógica redistributiva interna – basada en la justicia social y la solidaridad – del Estado de Bienestar. El trasvase de rentas a los privilegiados que se impulsaba desde los gobiernos de ideología neoconservadora incrementaba las desigualdades y “empobrecía” amplios sectores de los asalariados y asalariadas.

Cuando la Crisis empezó a emerger, hubo voces que expresaron el fracaso del modelo, incluso desde  las filas neoliberales. Sin embargo, una vez que poderosos intereses minoritarios consiguieron que las quiebras de grandes conglomerados financieros privados fueran “asumidas” por el Estado y “transferidas” al erario público; desde sectores privilegiados, distintas entidades corporativas y determinados ámbitos institucionales se retomó la perspectiva del neoliberalismo sobre los diagnósticos y la fórmula para gestionar la crisis, al tiempo que se trataban de ocultar las contradicciones en el propio sistema económico y las graves consecuencias sociales a las que conducían nuevamente el fundamentalismo liberal del mercado; todo ello con el objetivo de recomponer y aumentar las tasas de ganancia, la concentración de poder y la consolidación de los privilegios de la élite capitalista global.

Como  constataba el Manifiesto de Economistas Aterrados, “La  crisis económica y financiera que ha sacudido el mundo en 2007 y 2008 no parece que haya debilitado el dominio de los esquemas de pensamiento que orientaban las políticas económicas desde hace treinta años. No se han puesto de ninguna manera en cuestión los fundamentos del poder de las finanzas. En Europa, por el contrario, los Estados, bajo la presión de las instituciones internacionales y de las agencias de calificación, aplican con renovados bríos unos programas de reformas y de ajustes estructurales que ya demostraron en el pasado su capacidad de incrementar la inestabilidad y las desigualdades. Estas medidas van a agravar aún más la crisis europea”. (Resultando, día a día, más evidente que  …”para salir de la crisis sobre todo habría que distribuir mejor la renta, no solo por razones de equidad, sino para mantener el crecimiento” (Josep Borrell y Andreu MIssé. La crisis del Euro. De Atenas a Madrid).

 En cambio, la persistencia en el mantenimiento del dogma neoliberal, como opción “política” unidireccional del capitalismo, ha “inducido” la recesión económica y su prolongación, yugulado las posibilidades de recuperación, destrozado la cohesión social y acentuado el rechazo de la ciudadanía a la práctica de la política institucional.

Ahora bien, el socialismo democrático que históricamente ha conseguido logros como la extensión de la Educación, la Sanidad, la Seguridad Social y el derecho al trabajo, constituye un modelo propio de organización social; que hubiera podido consolidarse como verdaderamente alternativo al Liberalismo económico, con un proyecto de cambios y profundas reformas del sistema capitalista. Pero la claudicación, en principios y valores, de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos ante el neoliberalismo y sus dogmas antisociales, dejó el campo abierto a la imposición de las fuerzas políticas derechistas, expresión  de los poderes reales económicos, sociológicos, ideológicos y mediáticos que nos han llevado a una situación de mayor desigualdad, menos democracia, más injusticia y más violencia.

La superación  de la situación actual no puede venir del neoliberalismo y del capitalismo especulativo sino de ideologías transformadoras que respondan, económica, social y políticamente a los retos del siglo XXI.

Las políticas del socialismo democrático son la alternativa emancipadora capaz de sacarnos de esta insolidaria y dañina “dictadura de los mercados” y de sentar las bases para sustituir el actual sistema. Han de ser los poderes democráticos, quienes impongan nuevas normas y refunden nuevos instrumentos (BM, OMC, FMI, NN.UU y otros) capaces de garantizar una gobernanza mundial puesta al servicio del desarrollo de los pueblos, de la justa distribución de la riqueza y de la igualdad de oportunidades para todas las personas y en  todos los países.

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